Puesta en Escena: Juan «Pollo» Raffo, la música esa promesa…
Conversamos con el talentoso músico Juan «Pollo» Raffo, a días de su presentación en Jazz&Pop que convoca, como siempre que se trata de él, a una noche llena de promesas para los amantes de la música.
por Teresa Gatto
Llego al estudio de Juan Pollo Raffo* después de décadas de no verlo. Mientras busco el timbre correspondiente me asalta un recuerdo que es el primero de muchos. Corría el año 1976 y con un grupo de amigos íbamos a escuchar a Trigémino. Allí lo vi por primera vez y se lo recuerdo. Entonces se establece una zona común cuando, luego del abrazo y de re-conocernos, subimos en el ascensor.
Puesta en Escena- Yo recuerdo una ida en colectivo a alguna parte, ustedes (Trigémino) se habían ido con los equipos y nosotros, varios, incluída Claudia Puyó, íbamos viajando y fue muy divertido porque Claudia imitaba al cantante de Pastoral (vivo aún) y la gente se daba vuelta para ver si estaba allí, estábamos en el último asiento ¡Qué voz la de Claudia! Lo que no sé que es hacíamos en Ciudadela.
Juan «Pollo» Raffo- Porque en Ciudadela vivían unas amigas, Vicky y Taty, y sus padres nos prestaban el espacio para ensayar. Era 1976 y los espacios estaban restringidos. Yo empecé a tocar por los barrios del oeste bonaerense. En 1974 me llamaron a tocar Pedro Rodríguez (hermano mayor de Pablo Rodríguez) y Gustavo Arrom (hermano mayor de Guillermo Arrom) a quienes conocía de la banda de música del colegio (Colegio Ward) que te daba la posibilidad de unificar edades, yo tenía 14 y ellos 18. El grupo se llamaba Denso y hacíamos temas de Santana. Ensayábamos en la casa de Marcelo Soldano que era el percusionista de la banda. Y dentro de la gente del barrio estaban Eduardo Rovediello y Jorge Minissale en Ramos Mejía.
P.E.- Claro
J.R.-Yo empecé a circular por Ramos Mejía en vez de por Flores o por Caballito, donde vivía, y cuando salió la posibilidad de tocar con Trigémino, Eduardo me conectó con Marco (Pusineri) que era de otro barrio.
P.E.- Haedo City.
J.R.- Sí, y fuimos de colados a un cumpleaños de 15, en Ciudadela, y nos hicimos amigos de esa familia y empezamos a ensayar en la calle Rafaela. Era como un centro de reunión. Eran familias que fomentaban que sus hijos se juntaran con gente en sus casas. Pasaba en mi casa, en la casa de Marco.
P.E.- Corrió mucho debajo del puente.
J.R.- En el 79 me fui de Trigémino y armé un trío de jazz con Miguel Calzón y Daniel Suriani y un año después armé Raffo IV con Pablo Rodríguez, Marcelo Torres y Luis De La Torre. Ya ahí ensayábamos en mi casa en Caballito. Después cuando Luis se fue a vivir a New York armamos El Güevo con Pablo, Marcelo, Daniel Volpini, César Silva (luego Guillermo Arrom) y Sebastián Schon). En ese momento tocando con el Güevo, me llamó Juan Baglietto para que dirigiera su grupo cuando se fue Páez (Fito). A Juan lo conocía de cuando él estaba con Irreal en Rosario y habíamos armado una especie de triunvirato integrado por Irreal, Redd (de Tucumán) y Trigémino. Y luego Irreal se separa por un tema con los milicos, muy absurdo porque un subteniente tomó un programa y vio las letras, no las entendió, le parecieron subversivas y los conminó a desarmar el grupo. Yo había entrado al Falla cuando terminé el secundario, me tocó la colimba en el 78 y en el 80 empecé a trabajar en publicidad como compositor fantasma y sesionista en un estudio de jingles y dejé el conservatorio.
Años después me lo encuentro a Bagiletto en afiches por toda la ciudad y cuando se fue Páez, me llamaron y entonces trabajaba con ellos, con El Güevo y en publicidad. Eso no me daba tiempo de seguir con el conservatorio y comencé a tomar clases en forma particular. Estudiaba arreglos y composición de jazz con Juan Carlos Cirigliano y composición clásica con Enrique Cipolla.
P.E.- Y Berklee?
J.R.- Cuando ocurrió lo de Berklee yo ya era un tipo grande. En el 87 vinieron a hacer unas clínicas y me sentía grande, tenía mucha resistencia a presentarme, no sabía que iba a aprender y tenía pruritos a estar con gente mucho menor, finalmente todos me alentaron e hice esa semana sin tener en mente la posibilidad de Beca. Lo que fue revelador fue reencontrarme con la posibilidad de aprender y me encontraba satisfecho de haber retomado algo en un ámbito académico. Ahí me proponen la Beca, que consistía en un 50% por el taller en el que me habían escuchado tocar (estábamos Diego Urcola, Gustavo Gregorio, Héctor Sánchez) y ahí comencé a pensar en cerrar todo aquí e ir pero no me alcanzaba la guita. Entonces mandé un portfolio en el que adjuntaba mis trabajos para Baglietto, en El Güevo, etc. y explicaba que yo había aplicado como ejecutante pero que mi mayor potencial residía en mi trabajo de escritor (compositor) y ahí me dieron casi la totalidad, debo haber pagado mil dólares por toda la carrera. Me instalé y pasó que empecé a diseñar un plan para dar unas cuantas materias libres y ganar unos semestres y así cuando faltaba poco pedí una extensión de la beca porque ya me graduaba y me la dieron.
P.E.- Salió redondo. Y luego hiciste el Máster.
J.R.- Si, regresé a Buenos Aires y armé Monos con Navajas con Willy González, y me dediqué a la docencia. Años después de los Monos me salió la posibilidad de volver a estudiar a EEUU, a fin de los 90. Me avisó un amigo que había una beca. Era una colaboración entre la Fundación Fulbright (de EEUU) y el Fondo Nacional de las Artes. Me presenté y gané pero fue toda una movida porque ya tenía un bebé de un año y medio y nos trasladamos con toda la familia pero fue una experiencia enorme. Desde entonces mi mayor empeño fue dedicado a la docencia. Trabajo más de docente que de otra cosa.
P.E.- Justo iba a preguntarte por el docente
J.R- Hay docentes que bajan línea y uno no quiere que te expliquen su visión de la música sino que te enseñen, por ejemplo, los cuartetos de Bartók. El problema es cuando se genera esta cosa en la que el docente piensa que el estudiante es su creación. Hay que saber discriminar cuando un profesor sabe mucho de algo pero es un boludo.
P.E- ¿Ganarse la vida como docente es algo cuestionado siendo músico?
J.R- No me parece Igual ésta es una disciplina diferente. Si hubiera más propagación de la música sería diferente. Acá hay buen futbol porque todos pateamos una pelota alguna vez y sabemos de qué se trata. El aumento de gente que practica una disciplina aumenta la masa crítica y eso es importante.
P.E.-También hay que ver qué tipo de docente te toca porque si entrás a la primera clase y te dice mi mejor alumno fue fulano y fulano está en Manhattan, el que recién empieza se cohíbe necesariamente.
J.R.- Bueno, el docente es fundamental. En Berklee me contacté con docentes que tenían además actividad profesional como músicos y en cambio aquí había conocido docentes muy dedicados a la docencia, grandes maestros pero que no se dedicaron a hacer música y sí a la excelencia de la docencia, como si no se pudiera hacer ambas cosas. En Berklee eran muy buenos maestros y estaban en actividad y eso me hizo clic con respecto a la posibilidad de enseñar. Justo coincidió con los 90 y el auge de las escuelas de música popular. Estuve en todas: en el I.T.M.C., en la escuela del Sindicato de Músicos, en la Escuela de Música Contemporánea, en la E.MU de La Plata.
P.E.- Raffo se encontró con su docente
J.R.- Sí, y es una de las pocas veces en esta profesión en la que percibís que estás ayudando positivamente a alguien. Eso mientras tocás no es tan patente. La posibilidad de saber qué pasa en el otro mientras tocás es mucho más difusa.
P.E.- La docencia tiene un carácter socializador…
J.R- Tenés devolución inmediata. Mi concepción además es que los estudiantes son colegas más jóvenes. Mi actividad docente ha decantado en que trabajo con pibes que estudian pero también son profesionales. De ahí la idea de que son colegas que tienen menos experiencia.
P.E.- Esta faceta de que hacer música tiene un costado democratizante parece que se toca con el proyecto de Real Book, democratiza
J.R- Y socializa con otros colegas que es algo más raro que ocurra, acá es bastante extraño. Este año participe colectivamente en dos proyectos: uno es el Ensamble Real Book Argentina y el otro es la Boris Big Band, en la que no estoy como músico estable pero sí participando en un ciclo al que invitaron compositores argentinos para que escriban para la Big Band y también la dirijan. Hay una vocación allí de juntar gente y canalizar la energía de todos, es loable y cansador. Y está el cruce de generaciones. Hoy alguien dijo en un diario que mientras yo estaba en la ruta, los músicos de Real Book estaban en jardín de infantes. Muchos tienen como 20 años menos que yo.
P.E.- Se presentaron con Real Book de diciembre pasado
J.R.- Sí, fue en el Teatro del Viejo Mercado. Un ciclo del Real que además incluyó a varios de los grupos individuales de cada uno de los integrantes del ensamble. El 9 de diciembre compartimos fecha con mi grupo (Martín Rur en saxos, Pablo Martín en bajo, Rodrigo Genni en batería y Beto Merino en percusión) y el dúo de Alan Plachta (guitarra) y Matías Mormandi (teclados y voz). Alan además estudió conmigo. Fue muy interesante. Tocamos todos juntos, algo ellos, algo nosotros. Más que dos shows en la misma noche fue un show entero con el dúo más el quinteto. También el 23 del mismo mes tocamos con el Ensamble Real Book Argentina con cuatro bajas (ausencias), fue raro. El ensamble tiene como proyecto tocar música escrita, ensayada y ese día no teníamos batería, ni bajo, ni cantante, ni el saxo alto. Salimos con dos teclados, melódica, guitarra, tenor y trompeta a improvisar sobre el libro, el objeto físico. Fue una experiencia reveladora y bárbara.
P.E.- ¿Cómo ves los modos de producción y circulación de la música? Porque para quien tiene un nombre algunas cosas son menos arduas pero para otros es muy cuesta arriba.
J.R.- Hay un momento en que no te podés dar el lujo de decir que no. Y no sólo en lo vocacional sino en lo artístico en general. Y les digo a los alumnos que si yo no le hubiera dado bola a ese tipo que me llamó para ensayar en una situación incierta no me hubiera escuchado ese otro que me dio un trabajo que me duró 15 años, lo que uno busca todo el tiempo es dedicar la mayor parte del día a hacer lo que le gusta. Pero hay que estar abierto a todo tipo de posibilidades de relación. Hace un tiempo, compartí un reportaje con Mariano Sivori y el señaló que lo que apareció en los últimos años es que hay músicos que pueden vivir de la música a partir de tocar jazz y que antes no existía. Muy cierto y super interesante. De todos modos a mí siempre me hizo mucho ruido esa cosa de gente muy purista que separa la vocación del tema de laburo, que sostienen que está mal tocar determinada música. Yo creo que cuando hay ese purismo, es porque detrás la guita viene del otro lado, no sé cinco generaciones de fortunas heredadas. Pero si vos tenés que llevar el plato de garbanzos a la mesa y si estás convencido de que lo que vas a hacer está bien no tenés que tener ningún prurito. Toda la cuestión de la música es como una ensalada medio dionisíaca, me pasa también en la cuestión profesional, no hay música que se descarte, hay música bien o mal tocada. Esto no quiere decir que todo el mundo deba tocar todo, ni todo el mundo tiene que tocar todo.
P.E.- En Diatónicos Anónimos, por ejemplo, cuyo subtítulo es Música de Flores y pienso en Perrone como cineasta, él dice Raúl Perrone, Ituzaingó. Esta cuestión de plantear una zona es como decir desde acá escribo. Al menos es un inicio, un situarse. Bacacay Bajo Cero.
J.R- Música de Flores apareció por varias cuestiones. Yo siempre he tenido cierto rechazo a la pregunta qué clase de música hacés, sino le preguntás a un odontólogo que clase de medicina hace. Eso es de la cultura de la batea, vas a una disquería y encontrás a Armstrong en la batea de jazz, si querés a Troilo vas a tango. Es cómodo por tener un orden. Si vas a mi discoteca yo los tengo por orden alfabético. Si vas a la M, tenés Monk, Mozart, McCartney y Tita Merello, sí literalmente es así. Estoy pensado que literalmente tengo esos 4 nombres en la m, pero yo escribo música de autor y como yo vivo en Flores, es música de Flores.
P.E.- Por eso pensé el parelismo, autor situado en .
J.R.- Con el cine tal vez sea más evidente. Pero lo de Flores tiene como una pegada de vuelta, habiendo vivido en muchos barrios y en el exterior, recalé en Flores. Pero además está cargado de simbolismos, mis padres se conocieron en Flores porque aquí estaba el Ward (calle Malvinas hasta el año 1913). Entonces es como un típico barrio de clase media migrante mezclada. La familia de mi viejo recaló en la Boca y luego cuando sumó unos mangos se vino a Flores. También está la cuestión del paisaje, son barrios de casa bajas y muchos árboles (igual que Perrone pienso). Es la línea del Oeste. Me crié técnicamente en Caballito, Parque Chacabuco, hay una iconografía literaria en Flores además, desde el Negro Dolina, que no sé porqué, como si dijéramos Arlt o Girondo. Un barrio asociado a un espacio.
P.E.- Es una decisión del autor.
J.R.- Igual no soy muy prolífico como autor, no tengo mucho tiempo, tengo algunas cosas sin cerrar pero no mucho. Hay algunos embriones pero no mucho
P.E.- Pará, si tenés varios embriones sos prolífico.
J.R.- Tengo varias cosas abiertas pero me cierran pocas, si la pieza arranca y pasó el primer minuto de música la termino. No es que tengo cosas terminadas y no las muestro
A ver, concretamente, (Raffo, abre sus archivos y comienza y cuenta cuántos embriones tiene) algunos son temas terminados, todos estos otros son
192 cosas, pero pueden ser de los últimos 10 años, algunas están esperando a ser terminadas. El material del grupo debe aparecer en algún momento. Pero si vamos al caso, mi primer disco solo lo saqué a los 47 años, es obvio que por alguna razón no me convencía la combinación de elementos. Por ahí pasaba por la relación de la música con la tradición musical del lugar de donde venía, lo cual es central. Lo que no quiere decir que necesariamente hagas tango o música de Buenos Aires.
La grabación del primer disco arrancó medio raro, pero arrancó cuando encontré a la gente correcta. Había composiciones más jazzísticas y que reorquesté con cuerdas porque ese era el color que creo que la pieza requería. Y junto al ingeniero de grabación Luis Bacqué, que me ofreció la posibilidad de grabar a partir de juntarme además con dos músicos que habían sido alumnos míos en la Escuela de Música Contemporánea (el bajista Andrés Rotmistrovsky y el baterista Tomás Babjaczuk). Se juntaron muchas cosas, conocer a estos chicos, proponerles la posibilidad de tocar conmigo, sino por ahí no se hubiera dado. Se dieron ciertas convergencias hacia esa situación. Incluso cuando trabajas seguido con los mismos músicos es inspirador y preciso lo que empezás a escribir. Pensar en que esto o lo otro esté escrito para x músico. O la mezcla de la música argentina con lo clásico y el jazz, con el cine pasa mucho. Pero también está la cuestión de la mezcla de la música argentina con lo clásico y el jazz más el elemento improvisatorio, más ahora que está instalado el purismo del jazz en el país. Y la improvisación se logra con esa formación del jazz, no podría tocar con tipos que no tengan esa formación. Pero el tema es lograr que cuando llega el momento de improvisar un solo o frasear una melodía, el lenguaje no sea necesariamente el del jazz. Si escribís una milonga y el flaco toca como Charly Parker no anda, tiene que tocar como Ciriaco Ortiz, sino no anda. Igual he sido super bendecido desde el minuto uno. Las técnicas provienen del clásico de aquí y allá pero el lenguaje es éste. Una cosa medio dionisíaca. Hay gente muy importante como Fatorusso, Hermeto y está el tema de los contrastes. Yo soy medio fan de los contrastes, la cosa pastel no me va.
P.E.- Bueno, somos una generación que fue parte de contrastes fuertes, cambios drásticos en muchos sentidos, cuando teníamos 17 años estábamos en medio de los contrastes.
J.R- Claro, yo siento o me gusta sentir, muy fuerte y muy despacito, y así.
P.E.- Es que nosotros pasamos de la corbata del uniforme a cambiar el look para ir a la noche a escuchar a Trigémino o a MAM. De día éramos el deber ser y de noches éramos nomás
J.R- Decantado, yo tengo que sentir que algún tipo de promesa la música te va a cumplir pero no todavía. Como la dramaturgia. Yo uso esa metáfora en las clases. Por un lado en composición trabajas en tiempo real, en la literatura podés retardar, en la plástica el artista puede decir en mayor o medida que ves primero pero vos te quedas el tiempo que querés frente a la tela. En teatro y música es muy parecido. Cuando asistís está a merced de lo que el autor quiere que ocurra. En ambas trabajás sobre la memoria del receptor, entonces se trabaja con un ritmo suficientemente repetitivo para que sea recordable y suficientemente variable.
P.E.- Una promesa que no se cumplió pero que dejó una espera
J.R- Cualquier narración es eso, una promesa. Y hay muchos tipos que son hábiles retardadores de ese cumplimiento. La música es una disciplina muy formal, en la forma y la estructura, vos trabajás proporciones en el tiempo de modo similar como un arquitecto trabaja proporciones en el espacio. Una imagen que uso mucho es que un vestíbulo es más chico que el living como una intro es más que la estrofa, o un interludio funciona como un pasillo más chiquito en términos de lo que avanza pero para conectar esto y esto. Vos tenés muchos bloques y es como que son idénticos, como habitaciones que están pintadas o amuebladas diferentes pero son lo mismo. Cuando vos escuchas sentís esa sensación de familiaridad.
P.E.- Hay familiaridades
J.R.- Uno toma prestado o se apropia de gestos o rasgos de la gente que lo formó. Así como reconoces gestos de tus viejos, cuando creces, es bueno, reconocerse. A mí por ejemplo me resultó muy revelador leer biografías de gente que habían sido una influencia muy grande para mí cuando hablaban de sus influencias. Entonces vos decís fulano que marcó mi vida como músico escuchaba a otros y lo escuchas y decís esto que tiene que ver con lo que hace. Hasta que le das el crédito que por ahí está eso que el tipo escuchó mal, en el sentido de que no está copiado. Para poner un ejemplo, hay muchos estilos nuevos partir de allí. Dicen que el rasguido doble es una chamarrita tocada por hacheros que no podían hacer el mismo toque en la guitarra y dan como golpes de karate porque tienen los dedos engrosados.
P.E.- ¿Cómo sigue el 2012?
J.R.- Estoy preparando material nuevo para el disco. Estoy escribiendo mucho pero con la premisa de que las piezas no tengan más de 4 páginas. Vengo de piezas que tienen 11 o 12. Estoy viendo si cierro del todo o lo llevo para empezar a ensayar. A mí me funciona saber o decidir qué es lo que no voy a hacer. O después retorno a eso, es muy útil cuando te empezás a avivar de tus propios yeites. Yo soy un gran fan de la diversidad de técnicas, porque si te sentás a hacer lo que mecánicamente sabés hacer, invariablemente terminás 3 o 4 líneas que ya te salen y es medio ahí entra la cuestión del instrumento. Prefiero no tocar con un baterista por ejemplo sino con un músico que toca la batería. Es interesante y paradójico porque uno llega a la música a través del instrumento. Yo soy un músico que toca el piano. Pero cuanto antes podés apartarte de la idea del instrumento es más fácil sacarte todos los vicios de los instrumentos. Incluso si soslayadamente tocás otros instrumentos tu vínculo con ese músico es otro. Soplás por un caño de metal y hacés salir sonido por la otra punta. O ponés los dedos en las cuerdas del contrabajo hasta que se te salga la piel.
P.E.- Entonces el músico que me dijo que no era muy prolífico está cerrando un montón de piezas.
J.R.- Pero porque son de menos páginas. Pero depende. En un disco necesité un tema más lento porque venía palo y palo con muchas notas, de todo. Y en el otro lo escuché y era tan melanco que dije: qué depresión, necesito algo que levante.
P.E.- ¿Entonces van arrancar con grabaciones?
J.R.- No, empezamos a ensayar el material nuevo. En marzo creo que es la reapertura de Jazz y Pop. Estamos con el disco de Trigémino casi terminado.
PE- Ah! El gran regreso, qué noticia. ¿Cuánto hace que lo está haciendo?
J.R.- Y 5 años.
P.E.- ¿Perdón?
J.R- Pero dependemos del estudio y son temas del 79 y no hemos grabado juntos, grabó Tulio (Marco Tulio Pusineri), después grabé yo y así. Pero bueno, vamos a juntarnos y lo que hicimos está buenísimo. Y tenemos algo nuevo de El Güevo editado en formato vinilo.
PE- ¿Quién te puso Pollo?
J.R.- Un compañero de colegio.
P.E- ¿Quién?
J.R.- ( )
P.E.- Noooooo!! Raffo me lo dice pero como sigue siendo un gran hacedor de apodos en Ramos Mejía, lo dejamos aquí.