Revuelto Gramajo: Juan «Pollo» Raffo, Domus Artis

Entre la variada oferta de espectáculos que ofrece la ciudad, el sábado por la noche en el auditorio de Domus Artis, pleno barrio de Villa Urquiza, el Raffo Cuarteto daba un concierto. La vereda sobre la avenida Triunvirato estaba desierta, a pesar de que todavía no eran las nueve de la noche. Adelante, en el bar, cuatro o cinco personas apuraban sus bebidas. Unos metros más allá, en el patio de esta casa reciclada en residencia de las artes, otro grupo conversaba en voz baja y miraba las pinturas exhibidas, mientras esperaba por el comienzo del show.

por Marcelo Riol


Cuando las cortinas se corrieron y el auditorio abrió sus puertas, se reveló la intimidad que este concierto iba a tener. Cuarenta localidades, quizás algunas más, distribuidas en tres hileras dentro de un reducido estudio. La distancia con los músicos no excede los tres o cuatro metros. Nada intermedia entre el artista y su público. Un aplauso tímido, cohibido por tanta cercanía, acompañó a los protagonistas mientras ocupaban sus lugares.

La polisémica/Tachame la doble, fue el primer tema; igual que en el disco Al sur del Maldonado/Música de Flores volumen 3 (2013), último trabajo de estudio que este virtuoso cuarteto presentó en vivo. Cada sonido, incluso el más sutil, pudo alcanzar nuestros oídos dentro de esta cómoda sala. Con los ojos cerrados, la música transporta. No es siempre el mismo viaje, a veces es veloz y rítmico; otras como navegar sin esfuerzo sobre una superficie lisa, como un lago sonoro. Franguinho é o Caralho y The soul that sings fueron las siguientes dos piezas. A menudo aparece el impulso de etiquetar y clasificar al momento de describir la obra de un artista. Las composiciones del Pollo Raffo hacen difícil esa tarea. Es jazz, sin discusión, pero sus temas también contienen a la música popular argentina y rioplatense. En su ADN musical convive la anécdota barrial y sencilla, con las luces mundanas de una gran ciudad. La experimentación es parte vital de este conjunto y en honor a esa premisa tocaron Borboleta, tema que estrenaron casi sin ensayo previo.

El único invitado de la noche fue el guitarrista César Silva. Con él interpretaron una versión de Para enterrarte, que fue escrita por Raffo para El Güevo, agrupación que integró a comienzos de la década del 80. Le siguió, dedicado al padre del pianista, Camilo, el ingeniero, melodía de raíces populares italianas que se deforma, crea un nuevo camino y regresa para confirmar que la música es una sola, sin importar de donde viene. Por eso las obras de este ensamble, ricas en improvisación y variaciones, llenas de matices, crean la provocadora tensión que deshace la cadencia fácil que nuestros oídos esperan. Los sonidos y sus vibraciones parecen tomar un estado sólido, casi perceptible al tacto. Para el final, Ataca el maboretá fue el tema elegido por el cuarteto que se completó con Tomás Pagano en bajo, Rodrigo Genni en batería y Martín Rur en saxos y clarinete. Tres jóvenes que interpretaron las composiciones y arreglos de Juan Raffo con una asombrosa naturalidad y un enorme buen gusto.

En el cierre del concierto volvió al escenario César Silva para sumar su guitarra a la versión enérgica y contagiosa de Afroraffo. Los aplausos de la despedida perdieron la timidez del principio y en ellos iba el cálido agradecimiento del público que alimenta al artista.

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